*El polígono del Pueblo Mágico de la zona metropolitana de Guadalajara ofrece emociones y pensamientos de maestros alfareros, textileros; olores a birria y a tortas ahogadas
Édgar Ávila Pérez
Tlaquepaque, Jal. – Las construcciones coloniales arropan una ciudad con estirpe indígena, con un orgulloso mestizaje y con alma de artesano.
Las imponentes esculturas de bronce que sobresalen en Tlaquepaque, son un reducto de las emociones y pensamientos de los maestros alfareros, textileros y sopladores de vidrio que esculpieron la ciudad.
Cada rincón es una galería de arte que sorprende y emociona: alfarería, barro, hilados, latón, madera, papel maché, piel y vidrio.
Y en cada escondrijo, hay una galería de sensaciones humanas: olores a birria y a tortas ahogadas surgen del mercado municipal; dulces de variados colores y sabores aparecen por doquier; y estridentes sonidos emergen de lugares donde el tequila y la cerveza hacen brotar la alegría de propios y extraños.
Aquí, sitio bautizado como “Lugar sobre lomas de tierra barrial” por el vocablo Tlalipac, se conjuga todo un México, ese que apasiona, enamora y enloquece.
Sensaciones a cielo abierto
Dos galerías a cielo abierto se mimetizan y juegan entre sí, por un lado la creada por el corredor religioso de parroquias, santuarios y templos edificados sobre el reino totonaco de Tonalá y el reinado de una mujer de nombre Cihualpilli Tzapotzinco.
El recinto de estilo bizantino con toque basílical romano de La Parroquia de San Pedro Apostol es la joya de la corona franciscana, cuya orden misionera dejó una estela de imponentes estructuras: Santuario de Nuestra Señora de Soledad, Templo a Santa Anita, Templo a Toluquilla, Templo a San Martín de las Flores y
Templo a Santos Mártires Mexicanos.
La otra galería a cielo abierto se desparrama por la calle Independencia con majestuosas esculturas de bronce que rinden tributo a artistas locales y de cuando en cuando a escultores de otras latitudes amados en esta región del occidente de México.
Un deleite visual que pasa por obras de gran formato que van desde Agustín Parra con San Miguel Arcángel; Rodo Padilla con su Equilibrio Necesario; la Alegre Naturaleza de Gabriela Cantú; además de El Amanecer y el Atardecer de Sergio Bustamante y Mami, Papi, Juegan Conmigo? de Carlos Bustos.
Todas ellas sorprenden, como la de El Señor de los Monitos del escultor Camilo Ramírez, una escultura de seis metros de altura, de una y media tonelada de peso y que muestra la figura de un artesano que presume en su cabeza una tabla con sus personajes creados.
El polígono de este Pueblo Mágico de la zona metropolitana de Guadalajara ofrece todo tipo de sensaciones, de esas que se buscan cuando se quiere escapar de la vida cotidiana.